Presentí que había formas que no las había podido hacer la erosión, sin que alguna otra inteligencia externa hubiera intervenido.
La primera observación larga fue la del Cavall Bernat, el más famoso y gigantesco monolito del macizo montserratino, al cual reconocía su importancia por la etimología Cavall en relación directa con Caballo, símbolo de la Ciencia Cabalista o Gnóstica, y por el cual el macizo de Montserrat tuvo que ser un enclave de poder, de reconocido peso a lo largo de los siglos habida cuenta su legendaria sacralidad. Como lo es en la actualidad.
Esto no causaba asombro. Lo que causaba asombro era observar tras repetidas veces, y aquí si que entró “una radiación de certeza”, que en la cara Norte del Cavall Bernat, se apreciaba el contorno perfectamente delineado de la geografía peninsular ibérica, en especial la parte atlántica.
Sabíamos que como buena cultura solar aún tan desconocida, la Península Ibérica en su remoto pasado había ostentado una rica cultura primigenia, esparciendo granos de dicha cultura por Europa y Norte de África para germinar más tarde.
Primero, fuimos a todas horas a observar al Cavall Bernat, con miles de fotografías, comprendiendo que con la luz de la mañana se apreciaba con las debidas sombras y matices. Método de apreciación según la luz solar, que nos sirvió para observar el resto de figuras que fueron surgiendo. Todas se iluminaban a una hora solar precisa. Ese era el misterio de aquellos Sabios Constructores que las erigieron sobre las rocas monolíticas existentes. Primero la geología, después el sello de los Grandes Constructores y su mensaje pétreo en este Templo, haciendo que con la ayuda del sol se revitalicen las figuras en ciertos momentos del día.
Supusimos que nos habían hecho un guiño muy especial a las gentes de la Tierra Ibérica, al señalarla en semejante enclave y difundirla en estos tiempos tan cruciales de cambio de ciclo.
El resto ya será cosa nuestra, el entenderlo.
Una veintena de años llevábamos estudiando e investigando, en los cuales no dejamos nunca de trajinar entre libros, no para el tema que nos ocupa, sino para otros que nos enriquecieron mucho y sentaron las bases para dar por buena dicha imagen, la del Cavall Bernat, su trascendencia y tener la firmeza de exponerla en el libro.
Más adelante apreciamos la rareza de las cuatro Esfinges de la atalaya de poniente, ante la manifiesta imposibilidad de que hubieran sido erosionadas por el viento cuando en las rocas más cercanas no había nada semejante. Esfinges que se iluminan en el ocaso, a la puesta diaria del sol.